Intentar describir al gran Abraham García en pocas palabras se convierte toda una osadía…Empezó como friegaplatos a la edad de 13 años hasta convertirse el referente culinario de la gastronomía nacional que es hoy,  pionero de la cocina fusión, maestro de maestros (al calor de sus fogones se curtió el chef Daviz Muñoz), actor (con Almodóvar, ni más ni menos), poeta y escritor… apasionado de los caballos, admirador de Buñuel y sobre todo amante incondicional del vermut, así es él y nos recibe en el restaurante Viridiana (C/ Juan de Mena, 14), su casa.

 – ¿Recuerdas con quién te tomaste por primera vez un vermut?

Con mi tío Feliciano, haciendo tiempo para la lucha libre (Campo del Gas), en una taberna de Embajadores, olorosa, abarrotada y oscura, por más que los huevos duros de la barra se obstinasen en alargar el día.

– ¿Algún momento agradable sobre el vermut?

Los vividos, y bebidos, en tantos bares de Alba, donde reproché que no sirvieran trufa blanca de aperitivo, pero en los que no era infrecuente que, amén del vermut, te brindaran también un rato de la mejor lectura gracias a sus estanterías abarrotadas de libros y abiertas a nuestra bolinga curiosidad. Para los vermuts rojos, Pavese; para los blancos, Lampedusa.

– ¿Cuál es tu vermut favorito y con qué lo maridarías?

El vermut me apasiona, gozo sirviéndolo con un hielo que intimidaría al Titanic y perfumándolo, que no hace falta, con toques cítricos: rodajas de mandarina, lima y pomelo, más el amargor de una cereza amarena. Ideal para maridarlo con otro vaso, y otro más.

– ¿Qué es para ti el vermut?

Una fiesta, a pesar de no ser ni vino, ni licor, ni espuma. Fiesta que, entre amigos, abrazando la barra de zinc y mirando el fútbol en la pantalla en blanco y negro, ponía color a la grisura de nuestra adolescencia. Y la fiesta, barojiana, se elevaba hasta ocupar la mansión de Gatsby.

-¿Alguna anécdota sobre el vermut?

Tomás, tabernero viejo en la galdosiana calle de Tabernillas, recibió con un gruñido al grupo de modernos descolocados que comenzaron a pedir sin ton ni son: clara con limón, ginger ale, refresco light… Lo siento, amigos, pero tengo mucho trabajo. Si quieren esas cosas, ahí enfrente se las servirán. Aquí, o piden vermut o me despejan la barra.

Y Tomás siguió fusilando la fila de vasos con el atinado chorro de vermut, que culminaba con el tiro de gracia del sifón.