Hay lugares de toda la vida que saben adaptarse bien a los tiempos. Uno de ellos es El Greco, una taberna castiza de las de siempre con una gran tradición, situada en el barrio de Argüelles (Calle de Blasco de Garay, 20). La calidad de sus productos y el trato amable y cercano de su gente hace que en cada visita te sientas tan a gusto como si estuvieras en tu propia casa.

Adornan sus paredes imágenes antiguas del Madrid más castizo, relojes de distintos tipos y, por supuesto, como no podía ser de otra manera, un retrato de El Greco. Fundada en el año 1931 por su padre y su tío, Andrés quién la regenta ahora, se considera un gran amante y conocedor del vermut.

“Yo prácticamente me he criado aquí y desde muy pequeño, veía a las señoras que pasaban por El Greco, señoras bien vestidas, de toda la vida del barrio, venían solas en compañía de sus amigas a la hora del aperitivo. Solían pedirlo con hielo, un palillo, una rodaja de naranja, si era rojo, o una rodaja de limón, si era blanco; con su palillo y su aceituna. El vermut glamouroso de antaño”.

“Ese es mi gran recuerdo de este gran producto y el que me produjo curiosidad para empezar a servirlos como se merece, y es que hay que darle importancia a la manera de servir un vermut de la manera correcta. Eso sí, aquí siempre lo acompañamos con encurtidos, anchoas o boquerones”, nos cuenta Andrés.

La Taberna El Greco nos sorprende con una carta breve pero muy personal, con productos seleccionados por su calidad que llegan a sus mesas con sencillez y cariño, y si van acompañados con un Vermut Zarro, el Vermut de Madrid, mejor que mejor.