En pleno corazón gastronómico, concretamente en el barrio del Retiro (Calle de Fernán González, 48), nos topamos con una taberna con esencia castiza pero, sobre todo, divertida y canalla.
Un lugar donde la chulería madrileña está bien vista y donde las cañas, los vinos y, especialmente, los vermuts Zarro se sirven a la clientela con una sonrisa de oreja a oreja. Porque, a pesar de su corta vida, la Taberna del Barrio se ha convertido en una de esos sitios donde sabes cuando entras pero no cuando sales, con un ambientazo como pocos y con una carta de comida casera para chuparse los dedos: embutidos de capricho, conservas de las buenas (un hurra por esas anchoas doble cero), tostas muy de barrio pero con mucha clase, raciones de las de siempre con la ensaladilla y los boquerones en vinagre a la cabeza, productazo que llega directo de la Ría (pulpo, mejillones, zamburiñas…) y caprichitos del Sur que no falten. Ahora bien, también se atreven a innovar y, cuando se ponen, lo hacen de maravilla (imprescindible el taco de xouba). Una carta que casa a la perfección con un vermut Zarro bien fresquito como los que sirve Antonio. Y es que en la Taberna del Barrio tienen claro que si hay una tradición castiza que no se ha perdido en el Retiro, esa es la de tomarse el vermut del aperitivo porque, como ellos dicen, “la clientela viene en busca de vermut Zarro, el mejor de Madrid y el que tantas mañanas de domingo nos ha animado”. Y así es como sale uno de la Taberna del Barrio, animado y con ganas de volver a visitar a Antonio y a su gente que, dicho sea de paso, son más chulos que un ocho.